A Alameda de Tui ven de cumprir 155 anos de existencia como un espazo público privilexiado pola súa ubicación e pola fermosa visión que nos regala da nosa cidade; sen embargo, na actualidade como sucedeu en diversos momento da súa xa alongada existencia, é un espazo escasamente transitado polos tudenses e minimamente aproveitado para o lecer público.
Recuperamos de seguido un texto de Manuel Fernández Valdés, de 1956, publicado na revista “Tuy” do Instituto Laboral “San Paio” en que documenta á historia deste emblemático lugar co gallo do seu centenario.
Evidentemente habería que engadir moitas outras notas ao que recolle o escrito do cronista oficial tudense, con máis de cincoenta anos de distancia: as reformas acometidas, nos inicios dos anos sesenta do pasado século cando se creu o estanque ao abeiro dos programas de Promoción Profesional Obrera, ou cando no mandato de Angel Ávarez Duran promoveuse unha nova reforma do parque, completada en tempos de J. M. Diz Guedes e Miguel A. Capón coa creación da pérgola do miradoiro e o anfiteatro. Unha posterior reforma, en tempos de Antonio Fernández Rocha, deixou á Alameda co actual deseño.
Escenario de acontecementos gozosos da nosa historia, como a celebración en 1910 da primeira festa da árbore celebrada en Galicia (pódese consultar o seguinte post deste blogue http://tudensia.blogspot.com/2010/03/centenario-en-tui-da-primeira-festa-da.html), ou tráxicos, como os fusilamentos acaecidos durante a guerra civil e posterior represión do réxime franquista, que conmemora o conxunto escultórico de Silverio Rivas. Ten acollido numerosas festas e celebracións populares ao longo dos anos, converténdose nun lugar imprescindible na memoria local e un amplo espazo verde e de esparcemento ao servizo dos cidadáns.
Se embargo, comprobamos como actualmente ten un uso moi feble e, consecuentemente, sofre as acometidas periódicas do vandalismo que degrada este lugar. Por outra banda, o desmesurado crecemento das especies arbóreas do seu entorno están privando a este parque dun dos seus aspectos máis atractivos: a súa condición de miradoiro. Boa parte do leito do río Miño xa foi ocultado da visión e, en pouco tempo, non poderemos contemplar nin Valença nin a Ponte Internacional.
Sería oportuno procurar algunha medida que integre este espazo, de tanto valor histórico e urbanístico, na vida social tudense. Posiblemente a súa conexión co Paseo Fluvial, ampliando esta zona de paseo tan empregado polos nosos veciños e visitantes redundaría nun incremento do seu uso e do seu aproveitamento cidadán.
Estes momentos de inicio do mandato do novo goberno municipal e de redacción do Plan Especial de Protección do Conxunto Histórico é unha magnifica oportunidade para procurar novas alternativas que amplíen o aproveitamento deste parque.
En definitiva, a Alameda tudense é un exemplo sobranceiro de creación dun espazo burgués de lecer no século XIX na nosa cidade que conta deste xeito cun privilexiado parque urbano que conforma coa igrexa de San Domingos e os restos dos baluartes defensivos das murallas militares do século XVII un espazo patrimonial de grande interese e potencialidade e que neste ano cumpre 155 anos de existencia.
CENTENARIO DE LA ALAMEDA
por Manuel Fernández-Valdés Costas
por Manuel Fernández-Valdés Costas
Suprimidas en España las Órdenes Religiosas en 1836 fueron exclaustrados lo miembros de aquellas comunidades. En Tui había un convento de dominicos y otro de franciscanos que participaron de la triste suerte común, incautándose el Estado de todos sus bienes.
El convento de Santo Domingo fue convertido en cuartel. Tenía este convento una amplia huerta, “la huerta de los frailes”, en uno de cuyos extremos se había construido un semibaluarte sobre el Miño, al ampliar la muralla en 1642, durante la guerra de independencia de Portugal.
El Ayuntamiento adquirió de la Nación esta huerta en 2 de noviembre de 1844 con el fin de hacer una frondosa alameda que habría de ser el pulmón del pueblo. Poco después comenzó el derribo de las murallas y el Ayuntamiento adquirió también del Ramo de Guerra el semi-baluarte sobre río y el lienzo de la muralla (Foso se le llamaba) que va desde la Glorieta a la Alameda.
En 26 de enero de 1855 se tomó el acuerdo de hacer el paseo de la Alameda y la Diputación provincial autoriza su construcción por acuerdo de 20 de marzo de aquel año. Era alcalde de Tui don Rafael María Ruibal, a quien se debe esta importante mejora. Hubo de allanar el terreno convulsionado después de la ocupación francesa y plantó una gran cantidad de castaños, que continuaban por el paseo sobre la muralla hasta la Glorieta.
Esta muralla de tierra de que vengo hablando cierra la Alameda por el norte, en forma de anfiteatro, protegiéndola de los vientos de aquel cuadrante.
Y el 16 de mayo de 1856, hace ahora cien años, se inauguró esta Alameda con músicas, profusión de faroles, voladores de todas clases y un gran contingente de público, españoles y portugueses. Un periódico de Vigo, “La Oliva”, describe minuciosamente esta gran fiesta, ponderando aquel acogedor refugio que se llamó “Prado de la Buena Vista”, nombre que no prosperó, y para el pueblo fue durante mucho tiempo “Paseo de los Castaños”. Pasaron los años; los castaños fueron desapareciendo poco a poco, dando paso a otras especies forestales.
Un día, otro Alcalde de Tui, de buena memoria, don Manuel Amoedo, en sesión de 31 de julio de 1874, propuso y se acordó crear una feria de ganado vacuno y caballar, anual, en el “Campo de los Castaños” y un mercado de frutas y hortalizas en la plazuela de la iglesia de Santo Domingo, el primer domingo de septiembre de cada año, para solemnizar la función religiosa de la Virgen de los Remedios. Esta feria tuvo mucha importancia durante los primeros años; después fue decayendo hasta desaparecer.
Hacia 1890, al abrir una zanja para dar paso a las aguas del cuartel fueron puesto al descubierto gran cantidad de huesos humanos, en varias sepulturas alineadas. Se atribuyeron a la necrópolis de la antigua iglesia de San Juan de Porto, que estaba donde esta hoy la de Santo Domingo, y fue parroquia en los extramuros de Tui. Se dijo que ahí enterraban los franceses sus cadáveres para que nadie conociese el número de sus bajas; pero la opinión más verosímil es que se trataba del cementerio de los frailes que durante largos años habitaron aquel cenobio.
A finales de siglos estaba destacado en Tui un batallón del Regimiento Murcia. Era capitán de una de sus Compañías don Francisco Lloret, bien conocido de los tudenses porque en Tui vivió y aquí falleció no hace muchos años.
Lloret con las fuerzas a sus órdenes, convirtió aquel paraje totalmente abandonado, en delicioso vergel. Un gran paseo central, bien alumbrado con potentes focos eléctricos, recientemente inaugurado este alumbrado, y los dos andenes laterales convertidos en jardines; los macizos eran grandes letras en relieve que decían: “Regimiento de Murcia número 37”. Y desde entonces se llamó Paseo de Murcia.
En el semi-baluarte fue dibujado un gran escudo de Tui. Todavía se llama a este mirador sobre el río “La Media Luna”, atribuyéndose tal denominación al creciente del escudo de Tui. La verdad es que frente a la puerta del Rastrillo había un rebellín y una media luna de donde tomó el nombre ese lugar.
Volvió a la Alameda la desolación por desidia de las Autoridades y por la lucha contra la falta de agua. Hoy vencido este escollo vuelve a rehacerse el jardín.
Manuel F. Valdés Costas en “Tuy: publicación del Instituto Laboral San Pelayo”, año 5, nº 8, abril de 1956, p. 4.
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