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"Tuy" por Teodosio Vesteiro Torres (e II)

Continuamos hoxe coa publicación do artigo do escritor Teodosio Vesteiro Torres dedicado á nosa cidade:

"Cuando el viajero divisa á Tuy, ya después del magnífico puente sobre el Louro, en la carretera de Vigo, cree ver un castillo señorial destacándose imponente y negruzco sobre el melancólico azul de un horizonte de Suiza.
La impresión es enteramente contraria al llegar á la ciudad. Una espaciosa y larga corredera se ofrece á la vista; el ex-convento de San Francisco y la nueva cárcel adornan ambos costados; glorietas, filas de acacias, anchas aceras, soportales, casas elevadas y á cordel, cuya línea solo se interrumpe para dar lugar á una inmensa explanada, causan la ilusión de una estancia en capital de primer orden con gentes y ruidos.
Pero no es más que aquello. Doblad una calle, y solo veréis la tranquilidad de un pueblo que parece olvidado de su propia vida, reposando silencioso entre muros venerandos á la sombra de su catedral de granito.
Elévase ésta sobre una colina, formando la cúspide del anfiteatro, que refleja en las aguas olivos y trepadoras, galerías y botareles.
La catedral no es obra de un siglo; ya la severidad toscana, ya el prolijo calado gótico, ya el arco romano, ya la columna bizantina, presentan al sorprendido artista la miscelánea de recuerdos de diversas edades que fueron grabando en el monumentos sus inspiraciones.
La puerta principal del templo es bizantina. Apenas se entra en el santuario, pasma su elevación.
Tres son las naves principales. En la del medio está el coro, cuya sillería merece toda la atención del crítico: en los respaldos de los sitiales esculpió un diestro cincel pasajes sagrados, muchos de ellos de la vida de San Telmo, patrón de la diócesis. A cada lado del coro, y sobre él, hay un órgano.
En la nave izquierda se halla la capilla del Sacramento, parroquia de la ciudad, con algunos sepulcros. Sigue la del Cristo, reducida y obscura. Después se extiende un tanto la nave, para formar la cruz latina, y en este espacio de alza el solemne monumento del Jueves Santo. Más cerca del altar mayor y en la primitiva alineación, está la sacristía, que debe visitarse, porque tiene una buena exoneración de trabajos de talla.
En la nave derecha se ven las capilla de Santa Catalina, de los Dolores y de la Espectación. Abre aquí el otro brazo de la cruz y guía al claustro, que es gótico.
Haciendo una cuarta nave, no tan grande, se encuentra la clara y elegante capilla de San Telmo, con reliquias, banderas, sepulcros y el panteón ó cripta en que duermen el sueño eterno los prelados tudenses.
La sala capitular, sobre la sacristía, tiene igual trabajo que el coro. En sus paredes se inscriben los nombres de los obispos, como en los antiguos dípticos.
El aspecto exterior de la Catedral causa admiración. Apenas pueden seguir los ojos la altura de aquella mole que corona una torre cuadrada, verdadera atalaya feudal, descollando entre agujas, merlones, y lo que es más raro, amenazadoras almenas.
La tradición la supone castillo, palacio ó iglesia. Puede serlo todo. Los salones ocultos en sus bóvedas, los singulares adornos colocados á la altura media de sus arcos, su misma posición en la colina ó castro sobre el Miño, dan derecho á ver algo de verdad en la leyenda.
En las correrías de los Normandos, en las algaradas de los Moros, en las invasiones de los Portugueses y en las mismas guerras de los señores del territorio, la catedral jugó su importante papel.
Ya atacando á Enriquez, ya defendiendo á Urraca, más de una vez se dispararon ballestas desde sus muros. Un día la impuso la ley como solariega de sus obispos; otro día fué saqueada por el aventurero conde de Camiña, el famoso Pedro Madruga.
Nosotros la saludamos como una noble memoria del siglo de San Fernando, nos descubrimos ante aquella cátedra que santificaron los Evasios y Hermoigios, y que ilustraron con sus talentos los Torquemadas, Lucas y Muros.
Detrás de la Catedral hay otra capilla edificada sobre la humilde casa en que murió San Telmo: allí se conservan hoy los restos de su miserable lecho.
Cerca, porque en Tuy no hay distancia, se eleva un convento de monjas.
En la corredera está el que fué de Franciscanos, hoy Seminario conciliar, del que salen jóvenes teólogos, los más distinguidos de Galicia. Fué fundado en 1850 por el obispo Casarrubios. El edificio es grande y cómodo; tiene dos patios, uno de ellos con claustro, habitaciones para 60 colegiales, gabinete de física, una elegante biblioteca con más de 6.000 volúmenes y la iglesia, moderna y sumamente parecida á la del instituto de Pontevedra.
En el arrabal de Santo Domingo yace la bizantina iglesia y convento de aquella orden. Cuando hay guarnición, recorren los soldados de la patria el claustro que cruzaban un día los soldados de la fe. El templo es el más espacioso de Tuy; el altar lateral del Rosario ostenta la batalla de Lepanto, muy bien esculpida.
Tras esta iglesia vese una alameda, antiguo recreo de los frailes, que, besada por las ondas del río, es el más grato solaz para el alma contemplativa.
Hacia el Norte de Tuy, más sin separarse verdaderamente de allí, está la parroquia de Rebordanes, en una feraz y florida llanura. El templo de San Bartolomé era la guarida del cabildo en los tiempos de revueltas de los pasados siglos.
Fuera de sus iglesias, Tuy no tiene monumentos que admirar. En cambio, presenta abundancia de recuerdos históricos, dramáticas leyendas y vestigios de su perdido esplendor.



Caminando á Occidente señala el campesino el solar del palacio de Witiza, el rey godo que embelleció a Tuy, como su corte. Llámase aquel lugar Pazos de Reis. En gallego, pazo, es lo que en francés Chateau, castillo, palacio, torre, casa feudal.
Allí empieza la pendiente del monte Aloya, gigante de aquellos valles. Cerca de su cumbre se admira un precioso dolmen céltico de figura oval, y no lejos de éste se conservan intactos los menhires de los hijos de Ery. La sencillez popular los juzga restos de viviendas de mártires; la crítica histórica aprecia en ellos una prueba de nuestra ilustre ascendencia. Llamamos toda la atención de los amantes de Galicia á aquel ignorado monte, que guarda todas las huellas de la estirpe primitiva.
Desde la cima, donde se celebra la romería de San Julián y compañeros mártires, de disfruta de una perspectiva admirable. Al frente, Tuy separado por la cinta de plata, que semeja el Miño, de la vecina Valença, terrible fortaleza de Portugal; sigue la cuenca del río á Este y Oeste, con infinitas villas, aldeas y caseríos de una y otra nación; más allá, las dos puntas de Tecla, último confín de España; la costa hasta Bayona, cuyo negro castillo baten las olas espumosas del Océano; las islas Cíes; la hermosa ría de Vigo, con sus pintorescos puertos; la cordillera del Morrazo, coronada por blancas ermitas; horizontes de montañas y de mares sin límites; un  cielo de dulcísima luz; un silencio sólo interrumpido por el eco de las playas y la rompiente de miles de arroyos perdidos entre peñas, barrancos, verdes cañadas y pinares mugidores... Magnífica soledad, á cuyo encanto embargan la mente y el corazón los ensueños y las emociones del poeta.
Si vais á Tuy, no holleis indiferentes la preclara patria de tantas memorias. Vagad por sus contornos, escudriñando los escombros de su pasado. Allí vió tal vez la primera luz el santo conquistador de Córdoba; allí se meció la cuna del inocente Pelayo, mártir de Abderramen; allí fraguó sus orientales delirios el infortunado Prisciliano; allí enardeció las sienes de Lucio el mismo numen del cisne de Venusia; allí compiló sus inmortales obras García de Saavedra; allí suspiró desde el primer día de su vida el olvidado Cadavalo Gravio; allí nació a las musas el malogrado Padín, muerto en lo mejor de sus años para el país, cuya historia diseñaba.
Si amáis la naturaleza, admirad los manantiales de la cercana Caldelas, en las mismas márgenes del Miño y entre bosques espesos de robles y castaños.
Si los lapidarios os seducen, no buscareis en vano inscripciones romanas, escudos del feudalismo y tumbas de poderosos infanzones.
Si la leyenda os encanta, pedid al complaciente labriego la relación de las piraterías normandas.
Cruzad las dormidas aguas de aquel encantado río, para saludar un pueblo hermano, llorando sobre el triple muro de la portuguesa Valença, la antigua Contrasta, las ruinosas discordias de dos naciones iguales por la tradición, por la lengua, por la sangre!...
¡Tuy! el hermoso cielo que cubre las hoy olvidadas campiñas, volverá acaso á saludarte rica, potente y hermanada con la nueva civilización, cuando la locomotora del siglo XIX haga conocer á España las escondidas joyas que guarda en sus lares y que brillaron un tiempo  como las más fúlgidas glorias de la Edad Media.
La luz irradió en nuestros ojos en las playas que vela la misma cumbre de tu pintoresco Aloya; pero abrimos el alma á la ciencia, y el corazón al sentimiento de tus propios hogares.
Tu ventura sería nuestra ventura; que la gratitud y el amor son patrimonio de los espíritus nobles.
¿Pudiéramos olvidar á nuestra segunda patria? ¡Nunca!."


Publicado en “Recuerdos de Galicia”, 1ª Edición (Póstuma): 1896. La Coruña. Andrés Martínez, Editor, 143 pp. Edición facsimilar para unir al libro “Teodosio Vesteiro Torres”: Vigo, Instituto de Estudios Vigueses,1998.

Comentarios

  1. Emocionante y romántica remembranza de Tui la que hace Teodosio Vesteiro Torres. Tiene calor y nos recuerda el Tui de finales del XIX. Salvo que esté equivocado, creo que ya no existen el dolmen y los menhires que localiza en la falda del Aloia, quizá se los llevara por delante, para hacerlos lecho de piedra de la carretera, el ímpetu modernista y repoblador del ingeniero Areses, hacedor del Parque Natural. En su emoción, D. Teodosio Vesteiro nos convierte en bizantino el románico de la iglesia de San Bartolo y el gótico de la portada de la catedral. Pero, lo que trasciende, es su canto a Tui. Gracias, amigo.
    Desde León, Víctor M. Ferrero León.

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