O amigo D. Luis Hernando de Larramendi, tudense de adopción e entusiasta dos temas históricos e especialmente do médico e filósofo tudense Francisco Sánchez e que tanto está traballando pola súa recuperación, é un seguidor fiel de Tudensia e xenerosamente enviou unha colaboración de Pablo Larraz Andía que hoxe publicamos neste blog.
Pablo Larraz (1974) é médico e investigador en temas de historia, centrándose especialmente en aspectos sociais e asistenciais da medicina en Navarra nos século XIX e XX, en particular nos conflitos bélicos Autor de numerosos artígos, o seu libro «Entre el frente y la retaguardia», sobre a historia do Hospital «Alfonso Carlos» de Pamplona, foi galardonado co IX Premio Internacional de Historia del Carlismo «Luis Hernando de Larramendi». É membro do Comité Científico da Revista «Panacea» e do Consello de Redacción da colección «Temas de Historia de la Medicina». Tern publicado tamén «Aventuras de un gentleman en la tercera carlistada. Imágenes de la sanidad en guerra» e recentemente «Requetés. De las trincheras al olvido».
Agradecemos a ambos, Pablo Larraz Andía e Luis H. de Larramedi, a súa xenorosa colaboración enriquecendo con este post a este modesto blog tudense.
LAS SIAMESAS DE TUY por PABLO LARRAZ ANDÍA
Los alumbramientos múltiples, partos de siameses y otros sucesos extraordinarios relacionados con la natalidad han sido siempre motivo de noticia y comentario. Lo son hoy y podemos suponer que, con tanta o más razón, debían serlo en pleno siglo XVII, a pesar de las dificultades para encontrar constancia o testimonio escrito de lo acaecido en aquellos años de analfabetismo, en que no existían los modernos medios de comunicación.
Recientemente, y fruto de la casualidad, mientras rebuscaba datos entre la correspondencia particular de don Anastasio Echeverri, quien fuera párroco de Zugarramurdi a finales del XIX, apareció traspapelada una curiosa carta. En ella, fechada el 30 de diciembre de 1723, don Fernando Ignacio de Arango y Queipo, entonces obispo de Tuy (Pontevedra), daba cuenta del nacimiento en su diócesis de dos niñas siamesas. Desconozco el cómo y el porqué acabó la carta entre los papeles del clérigo navarro, pero lo cierto es que la misiva aporta detalles realmente curiosos del inusual acontecimiento. Dice así: «Aquí estos días en un curato de mi obispado que se llama Mouriscados, nacieron dos niñas pegadas, y perfectísimas; cada una con su cabeza, hombros, espaldas, pechos, vientre, muslos, piernas; y sólo unidas desde las caderas al orificio, no teniendo más que un orificio, por donde se sirven las dos, y en todo lo demás separado; y los miembros distintos, independientes unos de otros, y muy hermanas y perfectas, tanto que es gusto el ver a la una mamar, a la otra dormir, una llorar y otra dormir. Baptizándose las dos separadamente y en nombre y venerencia del Sto. Nacimiento, a la una puse por nombre Manuela Jossepha, y a la otra María Ángela, y las confirmé después, porque en lo natural, aunque están robustas no pueden vivir, pero si viven, será así admiración y grande mortificación de las dos, porque en los pocos días que tienen, ya demuestran alguna diferencia en la condición, porque la una es muy llorona y la otra duerme más. Son hermosas y muy parecidas en rostros. El médico dice que en cuanto ha visto y leído de estas especies de monstruosidades de la naturaleza, no ha visto cosa más perfecta».
Tras el singular hallazgo, contacté con don Alberto Cuevas Fernández, sacerdote de Tuy, quien, también sorprendido, logró localizar entre los antiguos libros parroquiales sendas partidas de bautismo y confirmación de las siamesas. En la primera, Joseph Rodríguez, cura de San Cipriano de Mouriscados, afirmaba escuetamente «haber baptizado separatim et absolute a dos niñas que nacieron unidas», el día 23 de diciembre de 1723. Algo más pródigo en detalles y sensiblemente emocionado, Joseph Pantaleón y Nogueira, cura de la Catedral de Tuy, narraba tres días después la confirmación de las siamesas: «Puse los santos óleos y administré las más ceremonias que dispone nuestra Santa Madre Iglesia a dos niñas, que vinieron a esta ciudad por lo maravilloso de su nacimiento. Siendo dos niñas de cuerpos y todos miembros perfectos, nacieron conjuntas y pegadas por los dos muslos izquierdos, lo largo del ancho de una mano, y en todo lo demás libres los dos cuerpos de pies a cabeza, y bien criadas, puestas de lado igualmente, con los rostros iguales, y sólo tienen un orificio posterior en que se comunican los dos intestinos. Tuviéronles en brazos el licenciado don Juan de Uría y el Ilmo. Sr. Obispo de esta ciudad».
Nada más sabemos de la suerte que corrieron las dos niñas, ni de los días que lograron sobrevivir, pero en los registros parroquiales de Tuy no consta dato alguno acerca su fallecimiento, al menos en las siguientes semanas. Una cosa parece segura, murieron igual que nacieron: juntas.
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