A inmediata celebración da Semana Santa posue na nosa cidade e a súa comarca unha ampla tradición, moi arraigada, e que a ten recollida amplamente o cronista oficial de Tui, Ernesto Iglesias Almeida, no traballo dedicado á nosa cidade nos volumes recentemente editados pola editorial Hercules, na súa obra “A semana santa en Galicia”. Tamén en Tudensia no pasado ano, no mes de marzo, nos ocupamos dalgunhas das páxinas máis tradicionais da semana de pasión tudense (http://tudensia.blogspot.com/2009/03/tradicion-na-semana-santa-tudense.html).
Agora recuperamos un pequeno artigo xornalístico dun egrexio escritor tudense –a quen temos recurrido noutras oportunidades – que nos descrebe diversas tradicións tudenses vencelladas a estas datas e que o autor rememora de xeito excelente.
No seu escrito Emilio Álvarez Blázquez referencia unha tradición inmediata ás celebracións das Pascua e que ten por escenario a freguesia de Cristelo-Covo, na ribeira portuguesa, e a veciña parroquia de Sobrada na parte galega, concretamente o seu barrio de Torrón, no antigo Porto Ladróns, lugar que era o límite xurisdiccional do couto tudense. Trátase da romeria do “lanzo da cruz”, unha romeria na que participan mancomundamente as xentes miñotas, tanto galegas como portuguesas. Estamos diante dunha vella tradición conservada polos pescadores do Miño e da que descoñecemos as suas orixes, pero certamente podemos afirmar que estamos diante dunha secular costume, que reune nunha mesma festa ás nosas xentes.
Esta tradicional romaria galaico-minhota decorre sempre na segunda-feira imediata ao fim de semana da Páscoa. Ao entardecer, depois da visita pascal, à freguesia de Cristelo-Côvo (Valença), o pároco, devidamente paramentado e com uma cruz ornamentada, entra num barco e dirige-se até à margem espanhola onde dá a cruz a beijar aos paroquianos da outra margem. Durante esse período são lançadas, pelos pescadores de Cristelo-Côvo, as redes benzidas ao rio. Todo o peixe que sair no lance é para o pároco. Entretanto com o pároco português regressa no barco o pároco da paróquia galega de Sobrado – Torron, concelho de Tui (Galiza) –así di este texto recollido dunha páxina de folclóre portugués ainda que en realidade pertence a Tomiño-, dando a cruz a beijar aos peregrinos que aguardam junto ao rio, na margem portuguesa. Várias embarcações portuguesas e galegas acompanham este compasso pascal nas águas do Minho. Até à noite os sons das gaitas de foles misturam-se com os das concertinas, das castanholas, o rufar dos bombos e tambores numa autêntica romaria galaico-minhota. Na terça-feira merece especial referência a missa para os peregrinos da Galiza, celebrada em galego, por um padre galego, às 10:00 (hora portuguesa). Neste dia também, por tradição, os peregrinos desfrutam dos seus merendeiros nas sombras do parque comendo, sobretudo, o que sobrou do carneiro ou cabrito da Páscoa. A tradição do Lanço da Cruz é uma manifestação religiosa e popular muito acarinhada pelas populações da raia minhota que ano após ano atrai um maior número de populares e turistas.
Cómpre reivindicar e potenciar esta romería do “lanzo da cruz” como un dos elementos mais identificadores da nosa comarca, da cultura popular miñota que abraguen nunha mesma festa as xentes de ambas riberas do Miño. Non coñezo outras celebracións deste caracter e que testemuñan unha vida e unha cultura compartida. Como sempre é no pobo onde temos que pescudar nas vivencias transfronteirizas, as realidades profundas que nos identifican ás xentes do Miño, de Galicia e o Norte de Portugal.
ELOGIO Y NOSTALGIA DEL SALMÓN DEL MIÑO
Por Emilio Álvarez Blázquez
Estampa vikinga
Según narra la crónica antigua por el año 1014 del Señor, la piratería vikinga entrose por el Miño arriba, con su capitán Olaf Haraldson al frente, desgarrado y recio como un mascarón de proa. Hicieron los piratas presa de la ciudad de Tui, que ardió por sus cuatro costados: arrasaron cosechas, destruyeron talleres artesanos y pusieron cautivo al Obispo, al Clero y el honor y la gracia de nuestros mejores caballeros de armas. Hubo de caer como un rayo Alfonso V sobre las gentes del norte y aún pudo algo ser rescatado. El celo y la industria de los hombres levantaron luego la plaza, señora del Miño y adelantada nuestra.
Cuenta también puntualmente la crónica, que la invasión ocurría justamente por tiempo de Pacua Florida, cuando el vientre del Miño revienta de peces gloriosos. Lampreas, sábalos y salmones fueron regalo y deleite de los piratas, y Olaf Haraldson, almirante de las naves lizgairas, prendóse tanto de su sabor y tempero, que dijo a sus hombres que si no fuera la fiebre de las navegaciones anclaría en esta tierra y, vera del espejo del Miño, moraría en paz y encantamiento. Y todo era por gracia del paisaje y por sabor de los pescados...
Bien vale decir ahora que el capitán de piratas, llamado Olaf Haraldson, los tiempos andados, pasó a los altares de Cristo como san Olaf de Noruega y es Patrono venerado, novecientos años hace, de aquellas tierras frías, de sus mares y de sus nieblas espesas. ¡Quien sabe –pues la crónica ni la apunta- si el ángel empezó a visitarle cabe las aguas del Miño, mimosas y litúrgicas por virtud de campanas dominicas!. Debe consignarse –y esto sí, se escribe en la historia y quedó dicho más arriba- que fue en tierra de Tui donde el pecho del pirata que iba para santo sintió un breve punto de paz, como una luzada de amor en su corazón corsario. Esto podría ser ya la voz del Señor desde el Trono, el primer saludo de la bienaventuranza...
El Milagro en la Orilla
El estudio maduro de las ciencias nos enseña cual es la aventura del salmón, desde que nace en el río, desemboca en el mar, torna luego al río, subiendo hasta su primera cuna, y deja entonces nueva cosecha antes de volver al mar que, al cabo, es el morir. Tiene encanto la verdad de esta ciencia, que habla del largo camino y de la saudade peregrina del salmón. Pero era más consoladora, más arrimada al corazón, la poesía aquella de la bendición del río, primer domingo de marzo, que aprendimos desde niños. ¡Viejos caminos portugueses, flor de romerías, testigos de nuestro encantamiento!.
Para el alma niña, el salmón y el sábalo nacían de pronto, en la primera domínica de marzo, por poder del abad de Seagades, que lucía la señal de Cristo sobre el claror de las aguas. Entre la cruz alzada de las feligresías contornas, la imagen patrona, mimada de abalorios, bajo la hornacina campesina del fiuncho, bajaba hasta la orilla del río, seguida del canto llano del pueblo. El sentido afinado podía escuchar el ecoar lejano de las campanas benditas de Ganfei, que revolaban la altura y la gloria del Señor. El abad bendecía primero el agua, luego las redes y las artes y después la grey pescadora. La primera pesca del día, que ya era abundante y milagrosa, dábase a los pobres y así parecían repetirse, llenos de frescura, los versículos del Nuevo Testamento... Desde aquel día en adelante, el Miño era un regalo de lamprea, de sábalos y de salmones. ¡Tiempos de ventura y sencilla edad, en la que la fe floreció en la orilla del río, cuando la paz no tenía ribera!.
La flor de los mendigos
Porque ahora parece mudado el corazón de las gentes y también la suerte y riqueza de los ríos. Los flacos ríos de este tiempo no dan sino trabajos y malaventuras, y antes eran generosos y providentes como fuente de gracia.
Hasta nosotros llega, aromada del mejor recuerdo, la estampa del Jueves Santo tudense, que coincidía con la plétora dadivosa del Miño. En los claustros de la Catedral, recortados por el sol y sombra de las ojivas, se sentaban en el mediodía Santo doce pobres de la ciudad, figura de los doce Apóstoles.
Olía a santidad del mirto antiguo del jardín, y el oro y la púrpura del Cabildo llevaban por el Claustro adelante un revuelo de gracias y eternidades. El señor Obispo, de rodillas, lavaba los pies de los mendigos y a los que entonces éramos niños, se nos alelaba el alma, estremecida por un aire de la Historia Sagrada. Comenzaba luego la comida, servida frente a un coro de curiosos que, ante la mesa, decoraban como un friso de piedad y arrobamiento. El salmón, señor de los ríos, era plato obligado y abundoso; la flor de los mendigos tudenses saciaba así un hambre muy antigua, hambre de justicia, ciertamente, porque el salmón aún en tiempos de abundancia, fue siempre plato regalengo y feudal. Por eso, en la hora de todas las humillaciones, volvíase comida de los mendigos que encarnaban los doce mejores de Cristo, los bien elegidos de Jesús entre los que había tantos pescadores. Amén.
Publicado en “Galicia emigrante”, maio de 1956, nº 20, p. 14.
Moi interesante: a pola recuperación do "lanzo da cruz"! Clodio González Pérez
ResponderEliminarHe asistido por primera vez a la romeria Lanzo da Cruz, así como la pesca de la lamprea y ha sido una experiencia divertidísima.
ResponderEliminarComo he podido hacer muchas fotografías, trataré de hacer una exposición a través de algun blog o web.