Nestas últimas datas “Tudensia” ten espaciado amplamente as suas achegas, polo que pedimos disculpas e comprensión aos nosos lectores. Por mágoa non é posible dedicarlle a este blog o tempo que precisa. Pero afortunadamente este motivo ofrece a posibilidade de editar textos que poden resultar de máis interese que as nosas entradas.
Hoxe publicamos un pequeno, pero sustancioso, texto sobre esta época do ano na que estamos da autoria de Manuel Fernández Valdés, cronista oficial de Tui e unha das máis egrexias personalidades da na cultura tudense no século XX. Nalgun momento, dun futuro non lonxano, temos de dedicarlle a Fernández Valdés a atención que precisa en “Tudensia” pois estamos diante dun prolífico investigador, especialmente da prehistoria tudense e galega, incansable divulgador da nosa historia e divulgador do noso patrimonio.
Hoxe publicamos un pequeno, pero sustancioso, texto sobre esta época do ano na que estamos da autoria de Manuel Fernández Valdés, cronista oficial de Tui e unha das máis egrexias personalidades da na cultura tudense no século XX. Nalgun momento, dun futuro non lonxano, temos de dedicarlle a Fernández Valdés a atención que precisa en “Tudensia” pois estamos diante dun prolífico investigador, especialmente da prehistoria tudense e galega, incansable divulgador da nosa historia e divulgador do noso patrimonio.
O texto de Fernández-Valdés recupera as vellas costumes tudense desta época do ano, que conforman o noso folclore tradicional e que compre non esquecer -ou mesmo revitalizar- como expresión dunha cultura secular que ten chegado onda nos e que temos a responsabilidade de transmitir como un legado ás novas xeneracións. Cando nestes vindeiros días temos de padecer a invasión dunha festa importada e completamente allea coma é Halloween, lembrar aquelas vellas costumes nos particulariza e identifica fronte a esta celebración impulsada polo comercio, a moda e os medios de comunicacion de masas, especialmente o cine e a televisión.
Nos seguiremos comendo "osos de santo" e buñuelos para manter acesas estas tradicións, que nos recupera esta artigo de Fernández-Valdés.
Termina septiembre con el “veranillo de San Miguel” o “veranillo de los membrillos”.
Huele a mosto, huele a bagazo quemado en alquitara, huele a membrillo en sazón, se presiente el olor de las castañas asadas. Los humos de las chimeneas campesinas se adhieren a los tejados, sin fuerza para elevarse. Diríase que con la humedad del ambiente los olores carecen de fuerza ascensional para desprenderse del suelo.
Las castañeras asaban las castañas en asadores de hoja de lata. Se apostaban con sus utensilios en las encrucijadas, arrebujadas en su mantón, pregonando su mercancia; desde octubre a febrero formaban parte del paisaje. Pero el progreso, en forma de locomotora, desplazó las sufridas castañeras, victimas de las nieves y de las lluvias en la estación más hostil del año.
La gente joven se reunía para encerder “magostos”, grandes hogueras al aire libre, en las que se asaban castañas, que después se comían con acompañamiento de abundante morapio, y si alguno tocaba el acordeón, empezaba el movimiento.
Cuando las libaciones eran excesivas, las manos, ennegrecidas de “debullar” castañas se limpiaban en las caras de las mozas, que, a su vez, devolvían la caricia, aunque ellas, naturalmente, llevaban la peor parte, pero... ¡vaya usted a saber!.
A principios de octubre grandes chaparrones entenebrecian el paisaje. Es el “cordonazo de San Francisco”, que purifica la atmósfera y trae otra vez el buen tiempo.
Entra noviembre con la visita a los cementerios; es tradicional una copiosa cena con abundancia de castañas asadas y vino nuevo. En la comarca de Tui, al decir de Jesus Rodríguez (“Supersticiones de Galicia”) se ponía un leño en la “lareira” la noche de Difuntos para que las almas acudiesen a calentarse.
El día de San Martín, 11 de noviembre, es día ritual en el refranero popular, porque está consagrado a las mantazas de puercos, y a la prueba del vino.
Las mantanzas duran hasta Carnaval, pero todo su folklore se centraliza en este día “a cada cerdo le llega su san Martín”.
Los que no disponían de corral o patio en su casa, donde hacer la chamusquina, la realizaban en la vía pública, con gran algazara de los chicos. Eran aquellos tiempos arcádicos finiseculares.
Hacia San Martín termina la fermentación lenta del vino, y los cosecheros proceden a llenar los envases, por lar mermas que han sufrido, y a “zaparlos” herméticamente: “Por San Martiño atesta o viño”, dice una paremia, otra dice “Por San Martiño cata o teu viño”, porque es el dia en que tradicionalmente debe probarse. Es tambien de tradición que la prueba se haga con sardinas revenidas y cachelos.
El verano se despide con pena. Todavía guarda un poco de calor para regalarnos unos deliciosos días, que llamamos el “veranillo de San Martín”
Manuel Fernández Valdés
Publicado en Boletín de Información del Centro de Iniciativas y Turismo de Tui, Octubre de 1961.
AIRES DE OTOÑO
Termina septiembre con el “veranillo de San Miguel” o “veranillo de los membrillos”.
Huele a mosto, huele a bagazo quemado en alquitara, huele a membrillo en sazón, se presiente el olor de las castañas asadas. Los humos de las chimeneas campesinas se adhieren a los tejados, sin fuerza para elevarse. Diríase que con la humedad del ambiente los olores carecen de fuerza ascensional para desprenderse del suelo.
Las castañeras asaban las castañas en asadores de hoja de lata. Se apostaban con sus utensilios en las encrucijadas, arrebujadas en su mantón, pregonando su mercancia; desde octubre a febrero formaban parte del paisaje. Pero el progreso, en forma de locomotora, desplazó las sufridas castañeras, victimas de las nieves y de las lluvias en la estación más hostil del año.
La gente joven se reunía para encerder “magostos”, grandes hogueras al aire libre, en las que se asaban castañas, que después se comían con acompañamiento de abundante morapio, y si alguno tocaba el acordeón, empezaba el movimiento.
Cuando las libaciones eran excesivas, las manos, ennegrecidas de “debullar” castañas se limpiaban en las caras de las mozas, que, a su vez, devolvían la caricia, aunque ellas, naturalmente, llevaban la peor parte, pero... ¡vaya usted a saber!.
A principios de octubre grandes chaparrones entenebrecian el paisaje. Es el “cordonazo de San Francisco”, que purifica la atmósfera y trae otra vez el buen tiempo.
Entra noviembre con la visita a los cementerios; es tradicional una copiosa cena con abundancia de castañas asadas y vino nuevo. En la comarca de Tui, al decir de Jesus Rodríguez (“Supersticiones de Galicia”) se ponía un leño en la “lareira” la noche de Difuntos para que las almas acudiesen a calentarse.
El día de San Martín, 11 de noviembre, es día ritual en el refranero popular, porque está consagrado a las mantazas de puercos, y a la prueba del vino.
Las mantanzas duran hasta Carnaval, pero todo su folklore se centraliza en este día “a cada cerdo le llega su san Martín”.
Los que no disponían de corral o patio en su casa, donde hacer la chamusquina, la realizaban en la vía pública, con gran algazara de los chicos. Eran aquellos tiempos arcádicos finiseculares.
Hacia San Martín termina la fermentación lenta del vino, y los cosecheros proceden a llenar los envases, por lar mermas que han sufrido, y a “zaparlos” herméticamente: “Por San Martiño atesta o viño”, dice una paremia, otra dice “Por San Martiño cata o teu viño”, porque es el dia en que tradicionalmente debe probarse. Es tambien de tradición que la prueba se haga con sardinas revenidas y cachelos.
El verano se despide con pena. Todavía guarda un poco de calor para regalarnos unos deliciosos días, que llamamos el “veranillo de San Martín”
Manuel Fernández Valdés
Publicado en Boletín de Información del Centro de Iniciativas y Turismo de Tui, Octubre de 1961.
¡Que acorde! ¡Qué bonito texto! Huele a castañas, sabe a vino y trae dulces recuerdos de aquellos tiempos, no tan lejanos!!!
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