Ao longo dos anos son moi numerosas as descricións
publicadas sobre a nosa cidade e os seus principais monumentos, moi
especialmente da Catedral. Canto máis antigo sexa o relato, máis alá da súa
calidade literaria, nos ofrece unha imaxe da cidade e da catedral que nos
proporciona unha interesante información para contrastar coa documentación e
contribuír á unha fidedigna representación da nosa cidade.
Ofrecemos hoxe aos lectores de Tudensia as páxinas
referidas a Tui dun libro de viaxes publicado pola “Biblioteca Gallega”, a
prestixiosa editorial coruñesa que promovía Andres Martínez Salzar, no ano 1900
titulado “Por las Rías Bajas: notas de un viaje por Galicia” de Alfonso Pérez
Nieva.
O escritor e xornalista Alfonso Pérez Nieva, asinaba
así aínda que en realidade chamábase Alfonso Pérez Gómez-Nieva, foi un
prolífico escritor. Naceu en Madrid o 19 de maio do ano 1859 e faleceu en
Badaxoz en 1931. Estudou Filosofía e Letras e foi funcionario do Ministerio de
Instrución Pública, onde exerceu o cargo de xefe do Negociado de Institutos
Xerais e Técnicos. Chegou a ocupar o posto de Ministro de Instrución Pública e
Belas Artes en dúas ocasións, aínda que en ambas as de maneira ocasional: do 17
de setembro ao 21 de decembro de 1923, como funcionario habilitado; e do 5 de
agosto ao 24 do mesmo mes de 1925, como interino durante a ausencia do titular
do cargo.
Colaborou en numerosos xornais e revistas, entre eles
en 'Revista de España', 'A Ilustración Española e Americana', 'O Imparcial', 'O
Liberal', 'Heraldo de Madrid', 'ABC' e 'Branco e Negro'.
Autor de máis de corenta títulos, Pérez Nieva cultivou
case todos os xéneros: novelas, contos e narracións, poesía, libros de viaxes,
teatro. Literariamente encádrase dentro do naturalismo cristián e conservador,
defensor dos valores tradicionais.
Alfonso Pérez Nieva, ilustración de Cilla, en Madrid Cómico (1895)
A súa primeira novela, “Esperanza e Caridade” (1885)
trazou as constantes do resto da súa produción, exaltadora da virtude e a
educación cristiás, do poder redentor do traballo, do matrimonio por amor e da
independencia profesional da muller. “La clase media” é o título dunha serie
novelesca inconclusa que se inicia en 1889 con “El alma dormida” e pretende ser
unha galería de retratos da burguesía como os presentados en “La última lucha”
(1888), “El buen sentido” ou “La dulce oscuridad, para dar paso nos últimos
anos da súa vida ás novelas histórico-costumistas como “El paje de la duquesa”
(1923) ou “El juez, el duque y la comedianta” (1931).
Publicou ademais numerosos contos e relatos; tres
libros de poemas; 'La romántica' (1892), obra que se estrenou no Teatro de la
Princesa de Madrid; e os libros de viaxes 'Por Levante' (1892), 'Un viaje a
Asturias pasando por León' (1895), 'Por la Montaña' (1896), 'Por las Rías
Bajas' (1900) y 'Viajando por Europa' (1911).
Realiza dúas viaxes a Galicia, unha a inicios da década
dos oitenta do século XIX e a viaxe que recolle neste libro “Por las Rías
Bajas” entre agosto e setembro de 1896, aínda que o libro non será publicado
ata o ano 1900 e nes mestura as impresións de ambos recorridos.
Inicia a viaxe por Galicia que recolle no seu libro en
Tui, pois tras un percorrido por Portugal chegan en tren ata Valença “cruzando
luego á la otra orilla en un llamémosle ómnibus, sin que, por no llevar
equipaje, ni ser hora de viajeros, tropezáramos con caribinero alguno”.
En Tui céntrase exclusivamente na Catedral pois á
cidade non lle resulta de interese (“Tuy es moderno, del día...”) e nos
ofrece unha descrición do templo catedralicia e do seu claustro (“de los más
bellos que he visto”) e algunha noticia de interese no seu relato que
iremos anotando sobre o mesmo. Estamos pois diante da imaxe da Catedral tudense
nos finais do século XIX que recolle este relato de Alfonso Pérez Nieva.
TUY
I
LA CATEDRAL DE TUY
Entrar en Galicia viniendo de Portugal,
es penetrar en la encantada región de los robles por su pórtico de la Gloria,
por su atrio de honor. Debajo de nosotros, del tren que rueda á lo largo de lo
que los hombres, los eternos pigmeos rebelados con la madre naturaleza, han
bautizado jactanciosamente de puente internacional, se desliza buscando el mar
próximo, el río sagrado, el Miño, que ciñe y bordea y defiende el paso de su
tierra querida, y á nuestro frente, con su tendencia céltica de raza á
encaramarse, se yergue Tuy y su catedral negra de los tiempos medioevales, á la
vez templo y fortaleza, almenada, como un arcáico centinela cubierto de loriga,
que los pasados siglos se hubieran olvidado de relevar y que aún pretendiera
vigilar el arribo de toda gente extraña a sus custodiadas vegas.
La mañana es espléndida y luminosa,
circunstancia favorable para nuestra visita á ese viejo gigante de Tuy. Cuando
la senectud pesa sobre las espaldas, ya sean de piedra, ya de carne, el sol
alegra el alma de los edificios como de las personas y da á su ancianidad un
estraño sello de beneplácito. La catedral tudense, sin parecerse en nada a la
de Ávila, traémela á la memoria. Como ella posee firmes sillares de castillo,
como ella tiene muros almenados, como en ella horadan sus bloques las
aspilleras que dejaron escapar un día ya las plácidas bendiciones de la calma
monástica, ya las sibilantes flechas de la comunidad, lanzando la campana mayor
á vuelo y enarbolando el pendón de combate. Pero todo pasó. Ahora que yo la
veo, sonríe con su sonrisa senil de segunda infancia, ufana de sus recuerdos
históricos y de sus golondrinas.
El gran aliciente de la catedral de Tuy
es su fachada originalísima. De fondo ceñudo, dos recias torres con almenas
reforzadas por estribos, aprisionando un ático liso, sin otra ornamentación que
una estrella orlada por varias semicircunferencias concéntricas y en primer
término el pórtico techado, con su exquisita puerta de labores de piedra,
tímidamente abierta en lo hondo del vestíbulo, quizás agobiada bajo el peso de
la mole de granito que la cobija y no del todo descontenta de la vecindad de
los dos arcos apuntados que para darla paso caen graciosamente sobre los grupos
de esbeltas columnitas que los sustentan.
¡Bien conservada se halla la puerta!
Seguramente que los que la encerraron entre recios muros y la pusieron una
montera de granito no pudieron calcular el favor que la hacían librando á sus
figuras de piedra de la decapitación de unos siglos “sans culottes” en materia
de arte. Lo mismo las ocho estatuas de los apóstoles, santos, y reyes, erguidas
á uno y otro costado sobre sus esbeltos y derechos fustes, que los dos bajo
relieves del montante y el tímpano representando escenas del nacimiento de
Jesús, osténtanse con todos sus detalles respetados, permitiendo así gozar de
las bellezas de la ornamentación. En España perduran muchos monumentos
arquitectónicos, pero sin narices. Apenas existirán por ahí media docena de
monarcas sobre sus capiteles, que no hayan llegado chatos hasta á nosotros.
Constituyen las archivoltas en el remate de la entrada guirnaldas de rosas. La
impresión de la portada es de riqueza en el conjunto y en los detalles. El
artífice cuidó tanto del efecto como de la minuciosidad.
Tiene esta puerta otra hermana, mayor
que ella en edad, de ese estilo románico lleno de sencillez que yo calificaría
de modesto, con dos columnas en los flancos y cuatro archivoltas de parca labra
en el medio punto. Entre ellas debió existir un tímpano con figuras; pero por
allí ha pasado la ola de la posteridad dejando sólo restos informes y una arcada
doble y tupida con un bajo relieve en el que destaca la efigie en buen estado
de un obispo echando la bendición. Es cosa de felicitar á su ilustrísima por
tal suerte.
No hay tiempo para detenerse. Admiremos
el óvalo amplio y artísticamente labrado, parejo á la puerta citada, los
ábsides elegantísimos de traza y el campanario con sus ricas veletas de hierro,
vieja torre que corona el edificio á manera de una de esas cabezas de
centenario en un cuerpo que la senectud encorvó. Y antes de penetrar en el
templo, maldigamos la plebe de casucas que, como en otras poblaciones, estrecha
en Tuy á la catedral, y que no parecen sino los pobres de cal y canto de las
históricas fábricas.
LA TUDENSE POR DENTRO
Poco puede apreciarse en una visita al
paso. La iglesia es de clásica belleza, de cruz latina en su disposición y de
muy original desarrollo en sus naves alumbradas por hermosos rosetones que se
prodigan, menos en la mayor que resulta envuelta en sombra. ¡Y ojalá que ésta
envolviera también el altar de gusto deplorable![i] Los
aficcionados á rejas deben visitar el interior de la catedral de Tuy. Las
hallarán de puro estilo renacimiento[ii].
Notable es la capilla del Sacramento[iii],
de bóveda ojival y magníficas fenestras, con dos buenos nichos tumulares.
Huelga advertir que donde quiera se descubren remates de obra del siglo
anterior, con su barroquismo pesado y delirante que no respetaba estilos, ávido
de imponer sus extraños caprichos artísticos. Ejemplo la verja de la mencionada
capilla y eso que en ella el artífice se comprimió, como dice Ricardo Vega, en
su sainete, acaso seducido por la belleza de forja del hierro confiado á su
gusto estético.
Pasamos al claustro. Para mi es uno de
los sitios que mayor encanto ofrecen en las catedrales. En primer lugar el
claustro es la devolución á los ojos del don preciado que el Supremo Hacedor
los concedió: de la luz. El templo en la penumbra, rasgada sólo por las
palideces de las lámparas y de los cirios, abruma con la pesadumbre de los
éxtasis místicos que, si elevan el espíritu, ahogan á la materia. No hay sombra
de nave que no deje caer en el alma una gota de tristeza. La salida al claustro
es la salida á la vida, al sol, á la naturaleza libre dentro del medio ambiente
religioso de la oración recién concluída. El claustro, además, es la catedral
íntima, la catedral familiar, la catedral “humana” si vale la frase, donde se
pasean los canónigos cuando consagran su mente á la tierra, la que oye sus coloquios,
la que sabe cuanto en la santa casa sucede. Preguntárase a sus bloques y cada
uno será un cronicón. En mi expedición a Ávila, vi, discurriendo por los
claustros del convento de Santo Tomás, varios dominicos blancos. ¡Qué no
hubiera dado por oírles! Me tuve que contentar con gozar viendo sus siluetas
suaves tan bien encajadas bajo las venerables y románicas bóvedas!
El claustro de la tudense es de los más
bellos que he visto y no se me han olvidado los admirables de las catedrales de
Oviedo, León, Segovia y Tarragona, entre otros. Este de Tuy es un puro ejemplar
del ojivo en su primera época, en la que todavía se advierten, junto a la
gracia sencilla de los arcos góticos, las robusteces románicas, formando un
delicioso maridaje los sólidos machones de columnas con la finura aérea de las
rosas de las claves. Como detalles, aparte de dos sepulcros murales, merecen
citarse el altar del Crucificado[iv], un
relieve de alabastro[v];
Santa Isabel y el Niño Jesús[vi] y
la tumba de mármol de San Pedro Telmo[vii].
Nota al margen. El claustro se conserva bien, con escasos deterioros, sin haber
necesitado nunca probablemente la mano reparadora de ningún alarife del siglo
pasado, y quizás por eso mismo.
Para un entusiasta de los antiguos
edificios, como yo lo soy, resultaría miel sobre hojuelas encontrarme ahora con
un montón de casas viejas, con un Santillana cántabro, v.g. Pero no sucede asi.
Tuy es moderno, del día, parece recién levantado. La atención del artista se la
lleva por ende la catedral… y el paisaje. Ocupa el sagrado edificio la cumbre
sólo del castro sobre el que se yergue. Diríase que todas las piedras han
querido alzarse en la cúspide para “ver” la campiña, para recibir en sus poros
el continuo beso de la brisa que sube del río, que sube de los valles, que sube
de los huertos, que mantiene en la atmósfera una permanente emanación de
frondas espesas, escalando á todos los vientos el cerro y purificándose y
haciéndose más sutil á medida que se eleva hasta la enhiesta fábrica por los
peldaños de los árboles!
[i] O retablo do altar
maior da Catedra de Tui era unha obra neoclásica que foi desmontado cando a
rehabilitación e reforma da Catedral dos anos sesenta do século XX, para
instalar no pesbiterio o coro que ata aquela ocupaba a nave central do templo. A
imaxe da Asunción de Nosa Señora que preside hoxe o altar maior formaba parte
dese retablo.
[ii] Esas rexas marcaban
o espazo que comunicaba o coro co altar maior, formando a denominada Vía Sacra.
Na actualidade aínda se conservan parte deste conxunto nos lateriais do
presbiterio da catedral e as outras rexas retiradas as podemos contemplar no
claustro e no Museo Diocesano.
[iii] Naquela o Santísimo
Sacramento se gardaba na Capela das Reliquias ou San Telmo (non como na
actualidade que cumpre esta función a capela de San Andrés).
[iv] Conservado aínda na
actualidade unicamene o Cristo “das batallas” pero tendo perdido o resto do
retablo do que fala Alfonso Pérez Nieva
[v] Esta peza é
descoñecida na actualidade.
[vi] Esta peza, que
formaba parte do retablo central da Catedral realizado en pedra
caliza de Coimbra, podemos ollala actualmente no Museo Catedralicio.
[vii] Na actualidade este
sartego de mármol está depositado no Museo Diocesano; aproveito para
reivindicar unha mellor atención a esta peza, pois amáis do seu evidente valor
histórico, posue outra valor intanxible e devocional, ao ser unha reliquia “de
contacto” de San Telmo.
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