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Foi o bispo Fernando Arias trovador?

No ano 2008, co gallo da dedicación do Día das Letras Galegas, ao egrexio tudense Xosé María Álvarez Blázquez, o concello de Tui editou un libro titulado “Xosé María Álvarez Blázquez e Tui, da vella casa ao corazón aberto” no que xunto a unha semblanza dos seus intensos vínculos con Tui, á quen lle ten dedicado moitas páxinas de estudos e investigación, recollía unha serie de traballos e artigos inéditos ou escasamente coñecidos referidos á nosa cidade.
Recuperamos hoxe un destes traballos que atopamos manuscrito nas  múltiples carpetas que no arquivo persoal que a familia Álvarez Cáccamo nos facilitou naquela altura. Un texto que redactado no ano 1949 permaneceu inédito ata 2008 e que agora recuperamos polo seu interese.


Lembrar que Xosé María Álvarez Blázquez foi un dos grandes especialistas na lírica galaico-portuguesa con obras aínda hoxe referenciais nesta materia. Unido a este coñecemento está a súa vocación literaria que o levou a componer unha obra “O Cancioneiro de Monfero”, nunha das trasnadas maís logradas da historia da literatura galega, anunciando un 28 de decembro que, nas súas andanzas como investigador e bibliofilo, descubrira un manuscrito que contigas medievais que publica con este nome de “Cancionero de Monfero”. Moitos acreditaron nesta trasnada ata que foi desvelada. Pero evidenciou a súa alta calidade literaria e o seu coñecemento da nosa lírica medieval.



A condición de trovador do noso bispo é moi interesante, pois xunto cos poemas do xograr Golparro sobre a romaría de San Xoán Treson, na igrexa tudense de San Xoán do Porto, son dúas testemuñas da presenza tudense no panorama da lírica galaico-portuguesa, unha das expresións máis excelentes da nosa cultura común.


¿DON FERNANDO ARIAS, OBISPO DE TUY, FUE TROVADOR?

Vigo, 26-27 Junio 49


Los Cancioneros medievales galaico-portugueses son –entre cosas de más fuste- un nutrido vivero de incógnitas, que de continuo incitan nuestra curiosidad. Allí abundan las alusiones veladas, lo relatos de francés oscuro, las fraccionadas notas históricas, los sarcasmosúa s punzantes, los nombres desconocidos, los anónimos, los sobrenombres. Uno de nuestros más acuciantes deseos es, leyéndolos, conocer al detalle la vida de los poetas, sus andanzas, sus inquietudes, triunfos y desvelos; pero no siempre es fácil la tarea, pese al mucho camino recorrido por los investigadores, en este quehacer gozoso de extraer de las sombras del pasado retazos de unas remotas existencias, durante tantos siglos ignoradas para el arte y la cultura universales.



Todo cuanto sea rastrear en la vida y obra de nuestros trovadores, lleva aunado al interés general de la tarea el personal deleite del rastreador, a poco que éste ponga en ello una mínima emoción humanal. La historia de la poesía medieval gallega precisa aún de muchos buceadores del pequeño detalle para completar su cuadro; tras el mágico descubrimiento de los Cancioneros, de esas indias vírgenes del arte universal, queda aún para los soldados de fortuna un vasto campo a la aventura en los recodos y encrucijadas del paisaje poético, en los valles recogidos y en los manantiales ocultos, en los solitarios hontanares que no han podido atravesar, en su ingente empeño, los grandes capitanes del descubrimiento.

Ráfagas de infortunio han sepultado o destruido los viejos textos; de muchas obras, ni la memoria queda; de otros apenas más que el nombre del autor; de no pocas ni esto siquiera. El tratar de recomponerlo todo, de hallar la obra y conocer al hombre, es tarea alucinante, tanto por lo que tenía de ilusoria como por lo que pueda aparentar de vano.

Y he aquí que el trovador Esteban d’A Guarda (*) nos pone en el trance de rastrear. Desde una pequeña villa marinera, enfrentada al Atlántico, a la orilla del Miño de amargos destinos. Esteban d’A Guarda pasó a la corte portuguesa donde llegó a ejercer diversos cargos públicos y, en pulo supremo, obtuvo la privanza del rey D. Dinis. Monarca y valido eran trovadores, el monarca empeñado en bregar a favor de lo provenzal y el cortesano tratando de seguir los regios rumbos, pero el uno y el otro sin lograr hurtarse por entero al acento felizmente delator de la lírica tradicional.

Esteban d’A Guarda, de vez en cuando, recaía en el aviejado ejercicio de escarnio, no sencillo y mol como la cantiga de amor, ni sereno y terso como la de amigo, sino espinoso y quebrado, como un áspero camino aldeano que le llevase a la cumbre avizora de la ironía y el sarcasmo. Y en estas andanzas, un día se encara con un personaje, que le había dirigido una cantiga; el personaje era un obispo gallego, en la corte portuguesa a la sazón, pero parece ser que el trovador guardés no quiso o no supo entender la intención de sus versos, y replicó al tonsurado con una cantiga de escarnio que lleva el nº 915 del Cancionero de la Vaticana. El colector que conocía el pleito quiso dejarnos esta nota fugaz: “Esta cantiga foy feyta a un gallego que preçavase de trobar e non o sabya ben”. El gallego era un obispo, más ¿qué obispo gallego pudo ser?

Creemos que este y no otro: Don Fernando Arias, obispo de Tuy.

Pocos datos tenemos de la vida de este prelado (**). Su apellido basta para juzgarle gallego y muy probablemente nacido en el propio obispado tudense, esto es, de donde era también natural el trovador d’A Guarda. Esto acaso bastase para suponer la incidencia, una pretérita amistad entre ambos, que dice fácil pié al punzante cambio de trovas antes referido.

Fray Prudencio de Sandoval nos ilustra con una interesante noticia. “Fue este obispo mucho del servicio del rey Don Dionysio de Portugal, y assi le hiço algunas mercedes, y a su Iglesia, como fue darle el patronazgo dela iglesia de Aurega, dice: Id circo ego Dionysus rex proedictus, volens in persona dicti Episcopi pro multo servitio quod mihi et donae Beatricae, serenissimae matria mea impendint, eidem et Ecclesiae suae cinctis q succesoribus etc. Oct. Colimb. 5 die octub. Rege mandante. Era 1317 que es año 1279 está en el Archivo y torre del Tumbo delos Arçobispos de Braga” (1)



Hasta aquí Sandoval. Por su parte el P. Flórez, que utiliza –rectificándolas frecuentemente- las noticias de primera mano de Fr. Prudencio, amplía esta de la amistad y el favor real en los siguientes términos: “Fue D. Fernando muy afecto a la Reyna D. Beatriz, hija de D. Alfonso el Sabio, y madre del rey D. Dionisio de Portugal: por lo que hizo muchos servicios a la madre y al hijo: y de aquí parece se infiere que anduvo en la corte de la Reyna D. Beatriz y del Rey su marido D. Alfonso III de Portugal, padre del expresado D. Dionisio. Este al punto que empezó a reynar en el año 1279 remuneró a D. Fernando lo mucho que le había servido a él y a su madre, y le dio el patronazgo de la iglesia de Aurega para él y para sus suscesores...” (2)

No hemos de olvidar que la diócesis tudense se adentraba entonces en territorio portugués, cosa que el mismo P. Flórez recuerda oportunamente al hablar del obispo D. Gil Pérez de Cerveyra (1250-1274) nacido en la margen izquierda del Miño: “Como Tuy no era solamente confín del Reyno de Portugal, sino que tenía la parte meridional de su diócesis dentro de aquel Reyno, había proporción de que algunos eclesiásticos portugueses sirviesen á esta iglesia como a propia Matriz” (3). Este es el caso de de D. Gil Pérez, y esto explica mejor que otra la posible razón de los servicios que D. Fernando Arias pudo prestar a los reyes de Portugal; el poder temporal de éstos y el espiritual de aquel se ejercían en parte de un mismo territorio, y la frontera política desaparecía asi, para permitir una estrecha vecindad de vasos comunicantes.

D. Fernando Arias no pasó a los Cancioneros

Otras noticias de D. Fernando Arias nos da el P. Flórez todavía, como la de su adhesión al partido de Don Sancho, de quien obtuvo diversos privilegios, y en fin su muerte en principios de 1286, después de regir la silla tudense por espacio de ocho años.

Pero nada interesa tanto a nuestro objeto como la noticia de la estancia del Obispo D. Fernando en la corte de Portugal, ya fuese en tiempos de D. Alfonso III ya en los de su hijo D. Dinis. Por entonces también estaba allí Esteban D’A Guarda haciendo versos y política que eran uno y el mismo cortesano quehacer.

Ya se sabe que en aquel tiempo toda la corte trovaba, bajo la regia presidencia de D. Dinis; que a D. Fernando Arias, su amigo y bienhechor, le atacase la comezón poética, nada es de extrañar; un día pudo haberse atrevido a zaherir en verso a aquel su paisano Esteban, que tan alto escalara, y poco avezado a trovar “non o sabía ben”. El de A Guarda le replicó con su acerado escarnio, que era como un dardo, fino y ornado de gayas plumas, y fue para el obispo un aviso fulminante de retirada. El ya había rendido su obligado culto a las musas y contento con su parca fortuna, abandonó el campo, para regresar al reposo silente de su sede episcopal, donde la poesía no se hacía tan necesaria.

Notas
(1) Fr. Prudencio de Sandoval: “Libro de la Iglesia de Tuy y sus antiguedades, compuesto por don.... cronista de S. Mag. en los Reynos de Castilla en los años de 1607” (¿). Fol. 158
(2) Fr. Henrique Florez: “España Sagrada... Tomo XXII. De la Iglesia de Tuy desde su origen hasta el siglo décimo sexto”. Madrid, Antonio Martín, 1767, p. 152.
(3) P. Florez, op. cit. pág. 154.


(*) Estevan d’A Garda veu moi probablemente a Portugal co séquito da raíña Beatriz en 1288. Perfílase como home de confianza do rei D. Dinis nos últimos anos de goberno, cando é testemuña do tres manifestos e do testamento do rei en xuño de 1322. Foi escribano da cámara do rei polo menos desde 1299 ata 1314, as cartas que redacta son todas de subscrición rexia. Desde 1312 é de especial confianza do rei, xa que pon a data en documentos con elementos topográficos; 160 cartas desde 1312 até a morte Don Dinis. Ningún outro oficial exerceu nesta corte unha función semellante. A partir de 1325, con Afonso IV, a súa presenza na corte é máis esporádica, aínda que non menos significativa, sendo mencionado como conselleiro do rei e o seu procurador en asuntos de política ibérica.

Nin Álvarez Blázquez nin outro autor algún teñen defendido públicamente a hipótese do berce deste Esteban d’A Guarda na vila mariñeira da foz do Miño, senón que como apunta o propio Álvarez Blázquez nunha nota que acompaña a este escrito podría ser de ascendencia aragonesa.

(**) A presenza do prelado tudense na corte de Alfonso X e a través do casamento da súa filla Beatriz con Alfonso III de Portugal, accedeu á corte do seu fillo D. Dinis. Nunha traxectoria parella ao escribano e trovador Esteban d’A Guarda que explicaria a súa relación e reforzaría a tese de Xosé María Álvarez Blázquez.

Unicamente un apunte que sobrepasa ao contido deste post. Pero como vimos de comprobar o bispo Fernando Arias tiña forte presenza e ascendencia tanto na Corte de Castela como de Portugal (un equilibrio que sempre tentarán manter os prelados tudenses) era por tanto unha persoeiro relevante. Ata 1250 foi bispo de Tui, D. Lucas con gran presenza na corte de Alfonso IX, que lle encarga a crónica da raíña Dona Berenguela e logo o famoso “Cronicón de España”. O sucesor de D. Fernando Arias, o bispo Juan Fernández de Soutomaior foi notario do rei D. Sancho e chanceller da raíña, por tanto con alta condición na corte. O seu sucesor foi Bernardo Gui, a quen recentemente témoslle dedicado un post en Tudensia. En defitiva hai case un século en que a sede tudense é ocupada por bispos estreitamente relacionados coa corte, a que razón pode responder que se designe para a catedra tudense a personaxes dunha relevancia moi superior ao nível da diocese tudense, que non era, pola sua estensión e conseguintes rendas, das máis relevantes. Un enigma que teremos, entre todos, de responder.

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